El duende del Chorro de Quevedo: un guía inesperado


El Chorro de Quevedo, un rincón mágico en La Candelaria, Bogotá, donde la historia y la magia se encuentran

 Un viaje al corazón de La Candelaria

En "Diario de un BusMágico Encantado", el BusMágico naranja, radiante como un atardecer, me llevó al barrio bohemio de La Candelaria, en el centro de Bogotá. Este lugar, conocido por sus artistas, poetas y músicos, guarda un rincón especial: el Chorro de Quevedo. Nombrado así por el padre agustino Quevedo, quien instaló una fuente pública para facilitar el acceso al agua a los habitantes —evitando que cargaran garrafas desde los cerros—, este lugar tiene raíces profundas. Antes de los españoles, los Zipas, gobernantes muiscas, habitaban aquí. Esa tarde, el BusMágico nos llevó al Chorro de Quevedo para un festival mágico de la chicha, una bebida sagrada según la leyenda muisca, y un duende inesperado se convirtió en nuestro guía.

El festival de la chicha y la aparición del duende

Al llegar al Chorro de Quevedo, el ambiente era mágico: músicos tocaban, artistas pintaban, y el sonido del agua de la fuente se mezclaba con risas. Alrededor de la fuente, estatuas representaban a los residentes en su día a día: un zapatero, una pescadora, un albañil. Un señor nos ofreció chicha en una totuma, y mientras la probábamos, el BusMágico nos sumió en un trance. De pronto, un duende vestido con ropas indígenas muiscas apareció entre las estatuas. "Síganme", dijo, y nos guió a un lugar espléndido: una dimensión donde el festival de la chicha cobró vida. Según la leyenda muisca, la chicha fue descubierta por una mujer que, tras serle infiel a su marido, huyó a la laguna de Guatavita y encontró consuelo en el fermento del maíz.

La elaboración mágica de la chicha

El duende nos llevó a un espacio místico donde nativos preparaban la chicha con un ritual ancestral. Una mujer nos explicó el proceso: primero, remojan el maíz en agua para suavizarlo; luego, lo muelen y lo ciernen para separar lo grueso de lo fino. Después, hierven el maíz con canela, azúcar, cáscara de piña y trozos de membrillo, un toque especial que le da un sabor único. Para la fermentación, la mujer frotó sus manos, moldeó una tinaja de barro, y añadió ingredientes secretos: caña de azúcar, pejibaye, frutas y verduras. Tapó la tinaja y, aunque en esa dimensión el tiempo pasaba rápido, el duende nos dijo que habían transcurrido 8 días. Finalmente, filtraron el mosto y cocieron la chicha para que su sabor dulce durara más. Nos sirvieron la bebida en totumas redondas, y su sabor nos transportó de nuevo al Chorro de Quevedo.
Un duende muisca ofrece chicha en una totuma, en un festival mágico en el Chorro de Quevedo, La Candelaria, Bogotá.


Una lección de paz y conexión
El trance nos llevó a un mundo futurista donde lo imposible se volvió posible. El ambiente de paz en el Chorro de Quevedo nos hizo olvidar la rutina diaria, recordándonos la importancia de meditar y reconectar con nosotros mismos. El duende, antes de desaparecer, nos dejó una lección: la chicha, bebida de los dioses, no solo une a las personas, sino que nos conecta con nuestras raíces muiscas y con la magia de Bogotá.

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