La florista de la Séptima: flores que conceden deseos
Un encuentro en la Carrera Séptima
En "Diario de un BusMágico Encantado", el BusMágico morado, que irradia misterio y encanto, me llevó a la Carrera Séptima, una de las avenidas más emblemáticas de Bogotá. Esta calle, llena de historia y bullicio, conecta el centro de la ciudad con el norte, y es famosa por sus vendedores ambulantes y su vibrante energía. Esa tarde, mientras el sol se ocultaba detrás de los cerros orientales, el BusMágico se detuvo frente a una florista que no era como las demás. Su puesto estaba adornado con flores que brillaban con un resplandor mágico, y ella prometía que cada flor podía conceder un deseo. Acompáñame a descubrir esta aventura.
La florista y sus flores mágicas
La florista, una mujer mayor con ojos que parecían guardar mil historias, me sonrió desde su puesto en la esquina de la Calle 19. "Elige una flor, y tu deseo se hará realidad", dijo, mientras el aroma de rosas, lirios y girasoles llenaba el aire. Cada flor tenía un brillo único: las rosas rojas prometían amor, los lirios blancos ofrecían paz, y los girasoles dorados aseguraban alegría. Los pasajeros del BusMágico se acercaron, fascinados. Una niña pidió un girasol y deseó un día soleado; al instante, las nubes se despejaron. Un hombre eligió una rosa y pidió valor para hablar con su jefe; su rostro se iluminó con confianza. La magia de las flores era real, y el BusMágico había traído esta maravilla a la Séptima.
Mi deseo y el poder de las flores
Dudé al principio, pero finalmente elegí un lirio blanco, deseando paz para un amigo que estaba pasando por un momento difícil. La florista asintió, y al tomar la flor, sentí una calidez que recorrió mi cuerpo. Esa misma noche, mi amigo me llamó para decirme que había encontrado una solución a su problema y que se sentía en paz por primera vez en semanas. La florista me explicó que las flores mágicas provenían de un jardín escondido en los cerros, cuidado por los espíritus muiscas que protegían Bogotá. Cada flor estaba impregnada de su energía, y solo funcionaban si el deseo era puro y desinteresado. Su magia nos enseñó que los deseos más poderosos son los que buscan el bien de otros.
Una lección en la Séptima
Cuando el BusMágico morado reanudó su marcha, la florista nos despidió con una sonrisa, y su puesto desapareció en un destello de pétalos. La Carrera Séptima volvió a su ritmo habitual, pero yo me quedé con una lección: la magia está en los pequeños actos de bondad, como regalar una flor o un deseo sincero. La próxima vez que camines por la Séptima, busca a la florista; tal vez sus flores te concedan un deseo.
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