La Plaza de Bolívar: donde el tiempo se detiene

 

El BusMágico rojo amor y su ruta encantada

El BusMágico rojo amor, de la ruta A024, me llevó en un viaje inolvidable desde la Plaza Cultural La Santamaría hasta la Plaza de Bolívar, el corazón de Bogotá. En "Diario de un BusMágico Encantado", este bus no solo recorre calles, sino que transporta a los pasajeros a momentos mágicos. Bajamos en la Estación Museo del Oro, y tras caminar unas cuadras, llegamos a la Plaza de Bolívar, un lugar donde el tiempo se detiene y las figuras históricas cobran vida para compartir sus historias. Entre palomas que ya no temen a los humanos y edificios que narran la historia de Colombia, viví una experiencia que me hizo reflexionar sobre el pasado y el presente. Acompáñame a descubrir esta aventura del BusMágico.

Tesoros ancestrales en el Museo del Oro

Nuestra primera parada fue la Estación Museo del Oro, conocido por su colección de orfebrería prehispánica. Admiré la Balsa Muisca, que representa la ceremonia en la que el Zipa, líder muisca, se cubría de oro en polvo, saltaba a un lago y se purificaba; el Poporo Quimbaya, usado por los indígenas para guardar cal y coca triturada con ceniza de hojas de yarumo en el ritual del mambeo; y el Tumi, un cuchillo ceremonial de culturas como los mochicas, chimú, sicán e incas, usado para derramar sangre. Las máscaras, narigueras y brazos de oro reflejaban la maestría de los antiguos orfebres muiscas, dejándome anonadada. Caminamos cinco cuadras por la Carrera Séptima hacia el sur, entre calles adoquinadas y casas coloniales que mezclaban arquitectura barroca y gótica. Era un día soleado, y escuchaba a peatones extranjeros hablar en múltiples lenguas.

Ecos de la historia: la Casa del Florero

A lo lejos, en una esquina, vi la Casa del Florero, una construcción de dos pisos de estilo árabe-andaluz donde ocurrió el suceso del florero de Llorente el 20 de julio de 1810, un evento que desató las protestas por la independencia de Colombia. El florero, con energía sobrenatural, estaba decorado con una rosa de Siria, una palma datilera, un solano y el Toisón de oro, hecho con pan de oro y polvo de oro, un símbolo de estatus y ornamentación.

La Plaza de Bolívar y el instante suspendido

Al llegar a la Plaza de Bolívar, un lugar que simboliza libertad, reconciliación y esperanza, el BusMágico hizo algo extraordinario: el tiempo se detuvo. La plaza, rodeada por edificios históricos como el Capitolio Nacional, la Catedral Primada —la única construcción colonial que se conserva—, el Palacio Liévano con placas que narran la historia de Bogotá, el Palacio de Justicia, construido entre 1987 y 1997 tras el incendio de 1985, y el Museo de la Independencia, se transformó. Las palomas se congelaron en el aire, y figuras históricas aparecieron.

Conversaciones con el pasado

Hablé con José Acevedo y Gómez, quien me relató con pasión el grito de independencia, y con Policarpa Salavarrieta, quien compartió su valentía durante la Reconquista. Fotógrafos capturaban imágenes, pero para mí, el tiempo no existía. Fue un momento de reflexión: a veces romantizamos la prehistoria, pero los fósiles y la arqueología nos muestran que no todo era color de rosa; y aunque renegamos de la conquista española, también nos trajo comodidades y tecnología que usamos hoy.

El susurro del BusMágico

El BusMágico rojo amor me susurró: "No hay vuelta al pasado; cada época tiene sus desafíos, y el humano debe cambiar su perspectiva para no destruir lo que el universo y la madre tierra nos dieron". La Plaza de Bolívar me enseñó que el pasado nos define, pero es el presente el que debemos transformar.

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